Se acaba agosto, y con él, el verano.
Mañana debería empezar a trabajar, pero por desgracia no va a ser así,
porque sigo de baja. Quién me iba a decir a mí que echaría tanto de menos mi
rutina. Echo de menos hasta madrugar, por lo que ello implicaría: que por fin
mi rodilla estaría bien, que puedo trabajar y hacer mi vida normal, sin
dolores, sin tener que estar casi todo el día con la pierna en alto, y pudiendo
hacer cosas, salir de casa y dar una vuelta sin que acabe reventada y al día
siguiente tenga la rodilla hinchada.
Pero bueno, voy mejor, y espero que en breve recupere mi rutina, esa
que a veces parece monótona y que, cuando nos falta (y no porque estemos de vacaciones), la valoramos más de lo que nunca
hemos hecho.
Aun así, sé que soy afortunada. Si trabajase en una empresa privada, lo
más probable es que mi puesto peligrase, o que me hubiese incorporado antes de
tiempo para no perder mi trabajo. Aunque no sé muy bien cómo lo hubiera hecho,
puesto que no puedo estar sentada más de una hora sin que me duela.
Así que tengo que dejar de pensar en negativo, y centrarme en lo bueno:
tengo un trabajo fijo (con lo difícil que está hoy el mundo laboral y lo mal que están las cosas) y que
además me encanta. Tiene sus días malos (trabajar de cara al público no siempre
es fácil, y menos en un Centro de Servicios Sociales), pero me gusta, me siento
realizada, y además hay muy buen ambiente laboral.
Y ahora mismo, estoy mejor. La recuperación es lenta, más lenta de lo
que yo esperaba y quería, pero mi rodilla poco a poco va mejorando. Está siendo
duro, casi todo el día encerrada en casa, subiéndome por las paredes. Mi familia
puede dar fe de lo pesada que puedo llegar a ser, no es mi intención quejarme
todo el día, pero no puedo evitarlo, que me duela casi todo el tiempo y no
poder hacer mi vida normal me está superando. Pero tengo que cambiar el chip, y
qué mejor que empezar ya mismo, con septiembre. Nueva semana, nuevo mes, nuevo
comienzo, nuevo propósito: centrarme en lo bueno. Y hay mucho donde elegir: Lo
más probable es que no tenga que operarme (si se puede evitar el quirófano,
mejor que mejor); mi trabajo va a estar
ahí esperándome cuando esté recuperada; la rehabilitación va muy lenta, pero
funciona; mi familia me apoya y me soporta cuando ni yo misma me aguanto; tengo unos amigos geniales
que hacen que me olvide de mi rodilla; por fin estoy escribiendo y mi novela va
avanzando; tengo mis libros, series y películas, que siempre te evaden de la
realidad; y tengo este blog, mi pequeño espacio en el que hablo de mis lecturas, y al
que gracias a él he conocido a gente maravillosa (además de descubrir a nuevos
libros y autores).
Y todo esto venía a cuento de que se acaba agosto, empieza un nuevo año
escolar, y quiero centrarme en las cosas positivas que hay en mi vida. Necesitaba
desahogarme y sacar el pesimismo que, de vez en cuando, y últimamente con
demasiada frecuencia, me invade.
Y con respecto al blog, quiero hacer un nuevo diseño. La cabecera cada
vez me gusta menos, pero no tengo muy claro qué es lo que quiero. Algo más
simple, minimalista, alegre y que transmita energía positiva.