EL SONIDO DE LA MÚSICA
A Íker le gustaba recordar el día en que para él la música cobró
sentido.
Su madre era una reconocida bailarina. Él la había visto bailar mil veces sobre el escenario, siempre tan elegante, con movimientos majestuosos, transportada por lo que oía y que lograba transmitir a cualquiera que la viese. Eso Íker podía entenderlo, lo había vivido toda su infancia y podía sentir a través de la vista todo lo que su madre quería comunicarle, sin necesidad de palabras ni de esa melodía que todos decían única para sentir la verdadera experiencia de la danza, y cuya carencia él no notaba.