Me encanta hablar de
libros. Por eso me creé el blog hace tres años, y por eso continúa activo, aunque
haya tenido sus altibajos y sus momentos de parón. Pero hace meses, de pronto,
me empezó a aburrir hacer reseñas. Era pensar en ello, y entrarme la pereza.
Imaginarme poniéndome delante del ordenador a redactar una reseña, y preferir
cualquier otra cosa antes que eso. Supongo que también se debió a un exceso de
estrés laboral por las mañanas sumado a sesiones opositoras de estudio por las
tardes más no descansar bien por las noches, cuya consecuencia fue que me
sintiera cansada y agotada todo el rato, haciendo que el blog pasara de ser
ocio a “autoimposición”. Sigo igual, intentando sacar tiempo al tiempo, pero
con una gran diferencia: ahora valoro mucho más mi tiempo y en qué lo invierto.
Me organizo mejor, y disfruto con lo que hago en cada momento, sin pensar en
nada más, centrándome en lo que haya decidido invertir mi tiempo y atención en
ese momento, y olvidando lo demás (o, al menos, intentándolo).
Y os cuento esto porque, como os decía, me encanta hablar de libros, pero me aburría hacer reseñas. Hasta
que pensé: “¿Por qué tengo que hacer las reseñas como las hacen los demás? ¿Por
qué tengo que hacerlas largas, organizadas, hablando de la trama, de los
personajes, de la forma de narrar del autor, de cómo está estructurado la
novela? ¿Por qué tengo que hacerlas “de diez” si eso me consume tanta energía y
me quita el entusiasmo por el blog? Hay reseñas que son auténticas joyas, un
análisis en profundidad de la novela, sin llegar a hacer spoilers. Pero eso es
muy difícil, requiere tiempo, esfuerzo y un trabajo que ahora mismo no me veo
capaz de hacer. Y que además no me divierte ni me atrae. No soy crítica, y no
tengo intención de serlo. Si me gusta hablar de libros y de lo que me ha
transmitido su lectura, ¿por qué, simplemente, no hago eso?”.
Y así fue cuando empecé a hacer reseñas más cortas, hablando
de lo que un libro me ha transmitido, explicando por qué, pero sin entrar a
analizar la novela. Centrándome en aquel aspecto que más me hubiera llamado
la atención, o que se hubiera quedado conmigo tras la lectura, o aquel que caló
hondo en mí. Sin pretender hablar de todo. No es que antes hiciese reseñas
buenísimas, simplemente dejé de intentar imponerme los estándares que creía
necesarios, y empecé a buscar mi propia
voz mientras me divertía en el proceso.