domingo, 17 de enero de 2021

Relato: El almanaque de la vida

Como os dije, cada domingo voy a publicar un relato. Hoy os traigo el primero de este año. Espero que os guste. Como siempre: muchísimas gracias por leerme y por comentarme.




EL ALMANAQUE DE LA VIDA

Amelia contuvo la respiración: por fin el boceto estaba terminado. Se levantó e hizo un par de estiramientos. Su vista se desvió al calendario de Adviento y, después, al cuadro de París que estaba colgado en la pared del salón. Volvió a recordar ese día tan especial, ese 15 de mayo de hacía ya tantos años, en que su abuelo le regaló un almanaque y una cartulina.

—¿Ves, Amelia, cuántos días tiene un año? —le dijo su abuelo mostrándole el almanaque—. Muchísimos. Pero mira.

Sacó entonces una cartulina gigante, llena de un montón de cuadrados pequeños, los de las primeras filas coloreados de naranja.

—Esto es tu vida.

Amelia le miró extrañada.

—Si vives muchos años, ochenta, esta será tu vida. Cada cuadrado es una semana de ella. Aquí hay más de cuatro mil cuadrados. Y hasta el día de hoy, has gastado casi mil. ¿Ves? Son todos estos, los que están coloreados del color del fuego. Ahora te parecen muchos cuadrados, pero llegará un día en que sientas que se te han escapado años. Y ese día yo ya no estaré contigo, pero quiero que tengas algo para recordarme, y para que no olvides que todas las semanas de tu vida están aquí, que no son tantas y que tienes que aprovecharlas al máximo, amando, persiguiendo tus sueños y haciendo que el mundo, con tus acciones, sea un lugar mejor en el que vivir.

—¡Papá! —Abuelo y nieta se sobresaltaron, no le habían oído llegar—. ¿Qué haces hablándole de tu muerte a Amelia el día de su cumpleaños? ¿Y, sobre todo, cuando cumple dieciocho años?

—Hijo, no le estaba hablando de mi muerte. Bueno, no sólo de eso. Y es una conversación privada, no te metas. Además, aún no le he dado el regalo regalo, así que no nos interrumpas. Este —dijo moviendo la cartulina— es un regalo para la Amelia del futuro. El almanaque es el regalo para la Amelia de hoy, y lo que hay por detrás es el regalo para la Amelia de dentro de dos meses.

—¿Qué quieres decir, abuelo?

—Dale la vuelta al almanaque, espero que interpretes adecuadamente lo que he dibujado.

Amelia le dio la vuelta, expectante. Por la parte de atrás del almanaque estaba el dibujo de una calle, llena de gente. Al fondo, había una cúpula. Los viandantes paseaban y miraban... ¿Qué era eso? Ah, sí, cuadros. La estampa le resultaba familiar. Muy familiar.

—No... no puede ser —dijo Amelia con la voz entrecortada—. Es... es Montmartre, ¿verdad?

—¡Claro que sí! ¿No querías ir este verano con tus amigos a París, la ciudad del amor, el santuario de cualquier pintor? No siempre se puede conseguir lo que se desea, pero no quería que mi nieta mayor se perdiera ese viaje. Y mucho menos la artista que vive en su interior.

—¡Abuelo! —dijo Amelia lanzándose a sus brazos—. ¿De verdad me estás regalando un viaje a París?


Fue un viaje inolvidable. De mudanza en mudanza, el almanaque que le regaló su abuelo viajaba con ella. Le encantaba mirar la preciosa pintura que le había hecho su abuelo. Y le divertía que muy pocas personas supieran que por detrás había un almanaque del año en que cumplió los dieciocho.

En cambio, la cartulina gigante se perdió, en su memoria y entre los recuerdos de su infancia que su hermana y ella tenían en el trastero de la casa de sus padres. Hasta que las Navidades pasadas su madre les dijo que iba a hacer limpieza, y que si no querían que tirara las cosas de cuando eran pequeñas, que fueran al trastero. Y allí, en una caja, vio la cartulina. Le dio vértigo: tenía treinta y nueve años, casi la mitad de su vida si, como le dijo su abuelo, esta era larga.

Como hacía cada Añonuevo, echando la vista atrás sobre el año anterior, sobre todos sus años anteriores, sintió que no todos esos cuadrados estaban pintados como ella hubiera querido. En ese momento comprendió lo que le dijo su abuelo sobre sentir que se te escapaban los años, porque era lo que estaba experimentando. ¿Qué le había dicho su abuelo? Que amara, que hiciera del mundo un lugar mejor y que luchara por sus sueños. Lo primero lo había hecho, y con creces: quería a sus padres, a su hermana y a sus amigos, y amaba con locura a su marido Óscar y a sus hijas. No sabía si había hecho del mundo un lugar mejor, pero al menos siempre había intentado hacer lo correcto. Pero en cuanto a perseguir sus sueños… Había compaginado sus estudios con trabajos temporales para ayudar en casa y, en cuanto acabó la carrera, buscó un buen trabajo y tuvo la suerte de encontrarlo, pero su vena artística nunca pasó de ser un hobby. Si lo pensaba bien, había renunciado a sus sueños incluso antes, cuando eligió estudiar Administración de empresas en lugar de Bellas Artes.

Pensaba en esa cartulina llena de cuadrados, pensaba en su vida, en las decisiones tomadas, y sentía vértigo. Su marido le preguntó qué le pasaba, pero ella no era capaz de expresarlo en palabras. ¿Cómo decirle que, a pesar de tener una familia maravillosa, un buen trabajo, una casa preciosa, en definitiva, una buena vida, sentía un vacío en su interior que no sabía cómo llenar?

Luego llegó marzo: coronavirus, pandemia mundial, confinamiento... Y todos sus pensamientos y preocupaciones quedaron enterradas ante la nueva realidad. Hasta que llegó el 15 de mayo: su cuarenta cumpleaños. Mientras contemplaba ese número tan redondo sintió un vahído, pero volvió a enterrarlo nuevamente.

Unos días después, tras acostar a sus hijas, se encontró a su marido esperándola en el sofá con una cerveza en cada mano.

—Ven, Amelia, siéntate, tenemos que hablar —le dijo mientras le pasaba una de las cervezas.

—¿Qué pasa, Óscar?

—No lo sé, dímelo tú. —Amelia le miró extrañada—. No me mires así. Llevas unos días rara. Pensaría que es por la situación actual si no fuera porque en enero también estuviste unos cuantos días así. ¿Qué te pasa, cariño?

Amelia fue a replicar que no le pasaba nada, pero en lugar de esas palabras lo que salió de su garganta fue un sollozo seguido de un llanto incontrolable. Óscar se levantó y la abrazó, y siguió abrazándola hasta que Amelia dejó de temblar y su llanto fue remitiendo. La agarró de la mano y, suavemente, hizo que se sentara en el sofá.

­Tras una larga conversación en la que Óscar fue invalidando cada uno de las razones de Amelia (motivos según ella, temores según él) para no perseguir su sueño (era demasiado tarde, tenían dos hijas pequeñas, aunque de niña era dibujar, actualmente ni siquiera sabía cuál era su sueño, tenía un buen trabajo con un sueldo decente, estaban viviendo una pandemia mundial…) llegaron a un acuerdo: No era demasiado tarde y no tenía que renunciar a su trabajo, tan sólo debía sacar varias horas a la semana (que entre toda la familia se encargarían de que tuviera) para descubrir qué era lo que quería hacer, e ir a por ello.

Le llevó semanas sacar a la superficie su sueño porque, por mucho que le gustara dibujar, no veía que su futuro fuera pintar cuadros. Una noche, contándole a su hija pequeña el cuento que se inventó de “El pájaro que no sabía cantar”, se dio cuenta: eso era lo que más disfrutaba en el mundo, contarles cuentos a sus hijas, en especial los que se imaginaba para ellas. ¿Y si...? No, era una locura. Pero... ¿y si escribía esos cuentos? Y los ilustraba también. Sería tan bonito volver real a su pájaro desafinado... Deslumbrar con sus colores a sus hijas y, quién sabía, tal vez también a otros niños y niñas. 

Contempló el boceto terminado. Soltó el aire que había estado reteniendo. Tras meses de trabajo, ahí estaba: lo podía tocar, mirar durante horas, leer en voz alta... Su querido pájaro se había vuelto real, volaba por París y al final había logrado aprender a cantar. Amelia no sabía lo que vendría después, pero ya no sentía ese vacío en su interior: lo había llenado de palabras, trinos y colores.

16 comentarios:

  1. Muy bonito relato, Teresa. Es precioso y muy bien escrito.
    Ya estoy esperando el del próximo domingo.
    Un beso

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  2. Estupendo relato hija y muy emotivo, deseando leerte.
    Un fuerte besazo

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  3. Maravilloso!! Deseando volver a leerte. ������

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  4. Me ha gustado mucho el relato. Compagina tristeza y esperanza, pasado y futuro. Mantiene la intriga hasta el final. Un bonito sueño.

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  5. Sigue tus sueños!! Maravilloso relato

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  6. Qué bonito! Muy emotivo. Me ha gustado mucho.
    Besotes!!!

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  7. ¡Los pelos de punta de la emoción! Muy muy bonito Teresa 🥰💋

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  8. Muy bonito Teresa y sabes, pienso que muchas personas, en estos últimos tiempos, habrán hecho también esa valoración de sus vidas como tu trotagonistas y tal vez algunos hayan decidido que es el momento de retomas y alcanzar esos sueños olvidados.
    Un beso

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  9. Siempre rebosando sentimiento, Amelia. Sigue persiguiendo tu sueño, relato a relato. Te espero en el próximo!

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  10. Que boniiiitooo Teresa!! No dejes de escribir! Gracias por compartirlo!👏🏼👏🏼🇦🇷💕

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  11. Que boniiiitooo Teresa!! No dejes de escribir! Gracias por compartirlo!👏🏼👏🏼🇦🇷💕

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Me encantaría que me comentaras, en especial si has leído el libro :)

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